Leonardo DiCaprio, Angelina Jolie, Bono, Shakira, Mel Gibson… son algunas personalidades famosas que se reconocen por su solidaridad.
¿Pero son solidarias o caritativas?
¿O son generosas?
¿Más bien altruistas?
Si queremos vivir bajo algunos de estos principios, o practicar alguno de estos valores, es conveniente diferenciarlos. Todos estos términos parecen parecidos, pero tienen una delgada línea que los diferencia.
En este artículo, hablaremos sobre qué es la solidaridad, cuáles son los tipos de solidaridad y también reflexionaremos sobre por qué es importante y cómo promoverla.
¿Qué es la solidaridad?
La palabra solidaridad, viene del adjetivo latino solidus, solida, solidum que significa sólido, macizo, consistente, completo, entero.
Curiosamente, si buscamos la palabra en otros idiomas como el inglés «solidarity«, el francés “solidarité«, el alemán «Solidarität» y el italiano «solidarietá«, son palabras con la misma raíz etimológica.
Esto no suele ser muy común, pero puede ser muy significativo, pues puede ser señal de que no importan las fronteras idiomáticas, ni culturales, es importante vivir desde la solidaridad.
Y es de los diccionarios italianos de donde extraemos este concepto:
“Un vínculo que une a varios individuos entre sí, para colaborar y asistirse recíprocamente frente a las necesidades”.
También, se define como “el conjunto de los vínculos que unen a la persona singular con la comunidad de la que forma parte, y a ésta con cada persona singular”.
Colaborar, compartir, unir y vincular, son palabras comunes en las definiciones de solidaridad.
Supone compartir con otros sentimientos, opiniones, dificultades, dolores, y actuar en consecuencia, a través de la colaboración mutua.
Valores similares pero no iguales
La solidaridad, suele confundirse con la caridad, porque también supone dar sin interés de recibir.
La diferencia radica en que, la caridad suele generarse hacia los más necesitados, dar a los que no tienen. Mientras la solidaridad es dar entre iguales y desde el principio de justicia social.
Algunos autores, consideran que la caridad fomenta el paternalismo, la pasividad o la dependencia del necesitado. Suelen resumirlo con la frase: “Pan para hoy, hambre para mañana”. Es darle al que carece de lo que yo tengo.
En contraposición, la solidaridad pretende ir más allá del simple dar, supone un compromiso y busca la transformación hacia un bien común. Con la solidaridad, enseñamos al otro a pescar, no simplemente le damos el pescado.
La solidaridad pretende crear las condiciones para que se desarrollen sociedades en igualdad de oportunidades.
La solidaridad también suele confundirse con altruismo.
Sin embargo, este último, procura el bien ajeno aún a costa del propio, implica un sacrificio.
La solidaridad, busca el bien de todos por igual, porque pretende alcanzar una sociedad en igualdad.
La solidaridad conlleva una conducta y un comportamiento activo, así como una reciprocidad.
Todos somos responsables, todos unidos buscamos el bien común. Como decía Alejandro Magno “De la conducta de cada uno depende el destino de todos”.
Si tuviéramos que enumerar las características de la solidaridad diríamos lo siguiente:
- Es inclusiva, porque abre espacios a todos por igual y no establece preferencias.
- Organizadora, pues planifica, involucra y orienta a las personas que quiere apoyar de manera conjunta.
- Es espontánea y desinteresada, por lo que se realiza sin sentimiento de obligación y sin esperar nada a cambio, o al menos no una ganancia individual.
- Es un tipo de colaboración mutua, en donde existe un compromiso entre todos y un sentimiento de igualdad.
Tipos de solidaridad
El sociólogo y filósofo francés, Émile Durkheim describió dos tipos de solidaridad dentro de una sociedad, la mecánica y la orgánica.
La solidaridad mecánica, es la que se genera por similitud y suele basarse en leyes y dictámenes religiosos.
Se presenta frecuentemente en comunidades agrícolas o sociedades primitivas.
Este tipo de solidaridad, apenas genera interdependencia, pues se produce entre iguales, entre individuos que comparten las mismas competencias.
Sin embargo, su ausencia se castiga por ley, por lo que no suele ponerse en duda.
El segundo tipo, es la solidaridad orgánica o por consenso, que se presenta en las sociedades modernas.
Surge de la especialización y la división de funciones, lo que genera una interdependencia entre los individuos.
Este tipo de solidaridad, mantiene el equilibrio en la sociedad, como si fuera un organismo vivo.
Es una solidaridad protegida por derechos constitucionales, más que por leyes restrictivas.
Prestar ayuda de primeros auxilios, realizar labores de voluntariado, participar en un programa de educación ambiental son algunos ejemplos de solidaridad.
Son acciones en los que estamos brindando nuestras competencias individuales, sin un interés personal, sino para el bien común.
Aportes que suman
En ocasiones, pensamos que dar, implica dinero o bienes materiales.
Lo cierto, es que podemos aportar mucho con nuestras actitudes y acciones.
La solidaridad es una de esas actitudes con las que sumamos a la sociedad, por ello no solo es importante practicarla, sino fomentarla.
Parte de tres ideas fundamentales de las que puede germinar una mejor sociedad: vivimos en comunidad, tenemos intereses comunes y estamos interconectados.
Actuar con esas 3 ideas siempre presentes, puede implicar grandes cambios en el mundo de hoy y en generaciones futuras.
Además, se trata de un fenómeno contagioso, el dar repercute de tal manera en otro, que termina sintiendo a su vez la necesidad de brindar su aporte, generando un efecto exponencial.
Imagínate ahora que, desde pequeños, nos enseñaran a vivir desde la solidaridad, ¿te das cuenta del impacto que podemos generar en la sociedad y de la cantidad de perjuicios que pueden prevenirse?
Ahora que conoces la diferencia entre solidaridad, caridad y altruismo, ¿cómo consideras que puedes promoverla en tu comunidad?, ¿cómo le enseñarías este valor a los pequeños que conoces, sean tus hijos, sobrinos, hermanos o ahijados?
