¿Cómo sanar las creencias subconscientes de tu pasado que te frenan en el presente?

¿Cómo sanar las creencias subconscientes de tu pasado que te frenan en el presente?

sanar las creencias subconscientes

En lo más profundo de nuestro interior, en nuestra mente subconsciente, tenemos una «Fábrica de significados».

Es una parte de nuestra identidad que trabaja incansablemente para mantenernos «a salvo», extrayendo significado de las situaciones y experiencias que vivimos en la vida.

La fábrica de significados trabaja con especial ahínco durante nuestra infancia. En la infancia formamos muchas creencias y significados acerca del mundo, interpretando lo que vivimos con nuestras mentes infantiles e impresionables.

El problema es que muchos de los significados que interpretamos están basados en conclusiones erróneas. Porque, ¿cuánta sabiduría tiene un niño de seis años?

Y después arrastramos muchas de estas «conclusiones» subconscientes a nuestra vida adulta, sin darnos cuenta de cuánto afectan nuestra manera de ver el mundo. ¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen tus creencias acerca del dinero? ¿O del amor? ¿O de tu salud? ¿O de tu identidad?

Y sin embargo, estas creencias formadas por la fábrica de significados están mucho más arraigadas que todas tus creencias conscientes, y pueden perjudicar enormemente tu vida.

Quiero compartir contigo dos momentos muy personales que viví con personas que me ayudaron a descubrir cuántas creencias tóxicas acumulaba mi mente. Quizás reconozcas un patrón similar en ti mismo.

Al final, compartiré un ejercicio sencillo que puedes usar para frenar algunas creencias subconscientes comunes que adoptamos en la niñez.

El monje en el jacuzzi

–»¿Tienes un momento?»– me preguntó el joven monje.

–»Hablemos».

¿Tenía tiempo? Era nuestra última noche en una isla de Fiyi. Estábamos sentados en torno a una gran mesa, disfrutando del banquete más magnífico que había visto. Era 2009, y mi entonces socio Mike y yo estábamos invitados en un retiro de meditación avanzado de nueve días en Namale: un resort increíble, propiedad de Tony Robbins

Nuestro grupo era una interesante mezcla que incluía actores de Hollywood, un prodigio del mercado bursátil y una modelo, además de los monjes hindúes responsables del retiro. Me sentía honrado de que Tony y su esposa me hubieran invitado a unirme a este grupo y vivir esta experiencia en su isla paradisiaca. 

Fueron nueve días de intensa autoexploración y celebración para tratar de entendernos a nosotros mismos y a nuestro potencial. El último día, nos dijeron que tendríamos una consulta privada con un monje que nos daría una «revelación».

Por alguna razón, mi monje decidió darme mi consulta en mitad de aquella suntuosa cena. Justo después de mi tercera copa de vino.

Pero cuando tu monje te llama, tú escuchas.

–»¿Dónde te gustaría ir?»– Le pregunté.

–»Vamos al jacuzzi»– me dijo.

Cómo no.

Fuimos al jacuzzi exterior, bajo el cielo estrellado de Fiyi. Yo entré. Él se sentó en la orilla y metió sus pies en el agua. Me miró, y dijo:

–»¿Sabes cuál es tu problema?»

–»No»– le respondí sorprendido, y francamente algo irritado. –»¿Cuál es mi problema?»

–»Tienes baja autoestima».

¿Qué diablos?

–»Lo dudo mucho»– le respondí con calma, pero tratando de ocultar mi creciente irritación. –»Creo que soy muy seguro. Tengo mi propia empresa. Me encanta mi vida-«

–»No, no, no»– me interrumpió. –»Tienes baja autoestima. Esa es la raíz de tus problemas. Te he observado. Cuando hablas con tu socio y él rechaza una de tus ideas, te agitas y te pones a la defensiva. Apuesto a que tienes problemas con tu esposa.

Y apuesto a que tienes problemas con los demás y no aceptas críticas. Todo esto pasa porque tienes baja autoestima».

Fue como una bofetada.

De pronto, el agua caliente del jacuzzi ya no me parecía tan agradable. El monje había dado en el clavo. Tras nueve días de meditación y autoreflexión, estaba más abierto a este tipo de observaciones, aunque fueran difíciles de escuchar.

Me ponía a la defensiva durante las reuniones, en especial con mi socio. Con frecuencia me sentía herido o rechazado en reuniones familiares. Pero el verdadero problema no era que rechazaran mis ideas, no me escucharan o no me entendieran.

Todo nacía de mi profunda creencia de que no era lo suficientemente bueno.

Por eso, durante las juntas, me ponía a la defensiva. Sentía que, al rechazar mis ideas, me rechazaban a mí.

Por eso me hice emprendedor: para demostrar mi valía y mi autosuficiencia.

Por eso construí una de las oficinas más hermosas de mi ciudad: para demostrar que podía hacerlo.

Por eso me hice rico: para demostrar que era suficiente.

Por fin veía que aquella creencia de necesitar demostrar que era «suficiente» que me había gobernado tantos años, me había llevado al éxito.

Pero también veía que esa misma creencia había causado muchísimo dolor en mi vida. ¿Sería verdad que librarme de esta creencia me daría aún más éxito en mi trabajo y mis relaciones, sin tener que sufrir por ello?

¿Y si desarrollara la creencia de que soy suficiente y que no necesito demostrar nada?

Lo que aprendí es que nuestras creencias yacen muy profundas. A menudo, no nos damos cuenta de que existen hasta que una intervención o revelación nos hace descubrirlas.

Y eso fue justamente lo que me pasó un par de años después, cuando conocí a una mujer que reprogramó por completo mis creencias subconscientes.

La hipnoterapeuta en el cuarto de hotel

En 2015, tuve una experiencia que me ayudó a derribar otra serie de creencias que me frenaban muchísimo: por alguna razón, no podía retener dinero.

Mi empresa iba muy bien, pero me sentía incómodo al recibir las ganancias de mi trabajo.

Por ejemplo mi festival, el A-Fest, tenía ganancias excelentes, pero yo donaba el 100% del dinero a ONGs y no me quedaba con nada. Era co-autor de varios cursos de desarrollo personal, pero nunca renegocié las regalías que merecía.

No es que este desapego a la riqueza fuera malo. Pero tampoco era del todo bueno, pues limitaba el crecimiento de mis empresas y proyectos.

En 2015, acababa de cerrar otro gran A-Fest en Dubrovnik, Croacia. El festival acababa de clausurar, y todos los participantes regresaban a casa.

Entré a un restaurante con vistas al mar Egeo y vi a la hipnoterapeuta Marisa Peer y su esposo, el emprendedor británico John Davy, desayunando.

Marisa es una mujer excepcional que ha ayudado a personas con serios problemas a lograr grandes avances en poquísimo tiempo. Entre sus clientes hay miembros de la realeza británica y estrellas de Hollywood.

El discurso de Marisa en el A-Fest recibió una ovación de pie y fue votado como la mejor presentación del festival. En su discurso, Marisa explicó que el mayor problema que afecta a la gente es la creencia de «No soy suficiente».

Esta creencia infantil nos acompaña hasta la vida adulta y se convierte en la raíz de muchos de nuestros problemas.

Mientras desayunábamos y hablábamos de su trabajo, le pedí a Marisa que me hipnotizara. Nunca había recibido hipnoterapia y tenía curiosidad sobre sus efectos. Un par de horas después, Marisa fue a mi cuarto de hotel y hablamos de lo que quería solucionar en esa sesión.

Mi meta era entender mi actitud hacia el dinero: me preguntaba si estaba conectada con creencias tóxicas.

Marisa me guió por una regresión por varios recuerdos e imágenes de mi vida. Sentí como si cayera en un sueño ligero mientras ella me guiaba con su voz.

–»Regresa al momento de tu pasado en que desarrollaste esta creencia»– dijo.

De pronto, pude ver al Sr. John [nombre ficticio], un maestro de mi adolescencia. Adoraba a ese maestro, era increíble. Y si bien todos en clase lo queríamos, también sentíamos pena por él. Siempre se veía tan solo.

Sabíamos que su esposa lo había dejado. Que vivía en una casa pequeña y no tenía mucho dinero. Pero lo adorábamos: pasábamos mucho tiempo hablando sobre qué buen tipo era y lo triste de su situación.

«¿Puedes ver si desarrollaste un patrón de pensamiento en ese momento?» Preguntó Marisa. Y me dí cuenta de que había adquirido una creencia:

«Hay que sufrir para ser un gran maestro»

Me veía a mi mismo como un maestro, porque tengo una empresa de educación y escribo y hablo sobre desarrollo personal. Y tenía la creencia subconsciente de que debía sufrir para ser un gran maestro, que en mi caso se traducía como un rechazo a la riqueza.

Pero Marisa no paró allí: me hizo regresar a otro momento. Me vi a mi mismo en el asiento trasero del auto de mis padres. Era mi cumpleaños. Tenía unos nueve o diez años. Mis padres me llevaban a una tienda para que eligiera mi regalo de cumpleaños. Fingía estar dormido, pero los escuchaba hablar, preocupados por el dinero.

En ese momento, mis padres no eran ricos, pero teníamos lo suficiente. Mi madre era maestra de escuela y mi padre era un pequeño emprendedor.

Recuerdo que me sentí culpable de recibir un regalo de cumpleaños. En la tienda, elegí un libro. «¿Eso es todo?» preguntó mi madre. «Puedes elegir algo más». Así que tomé un palo de hockey. «Es tu cumpleaños» me dijo. «Puedes elegir más cosas».

Pero me sentía bien con solo dos cosas, y no quería que mis padres gastaran más en mí. Esa memoria aclaró otro modelo de realidad que arrastraba:

«No pidas demasiado, pues alguien más sufrirá si lo haces»

Seguimos. Regresé a otro momento. Tenía dieciséis años y estaba en la cancha de baloncesto, bajo el sol abrasador. Estaba siendo castigado por el director de mi escuela, un antiguo levantador de pesas que parecía despreciarme, pese a ser uno de los mejores alumnos del colegio. 

Ese día olvidé mi ropa de educación física. Su castigo por ese pequeño error fue hacerme permanecer dos horas bajo el sol. Y, como no parecía asustado, aumentó el castigo llamando por teléfono a mi padre frente a mí y diciéndole que estaba expulsado. Luego se fue.

Cuando mi padre llegó, el director le confió que no me iba a expulsar; que lo dijo para darme una lección. Mi padre estaba furioso y cuestionó su comportamiento desmedido para una infracción tan pequeña.

Yo había dejado que me tratara así.

«Ahora que eres adulto, ¿puedes ver por qué lo hizo?» Preguntó Marisa. Y en ese momento, descubrí otra Brule:

«No destaques. No es seguro destacar»

De inmediato, pude ver cómo estas tres lecciones de mi niñez frenaban mi vida de muchas formas. Me estaban dañando mis creencias de que era peligroso destacar, que ser un buen maestro significaba no tener dinero y que lastimaría o decepcionaría a los demás si pedía más.

Nunca me había dado cuenta de esas creencias subconscientes.

Una vez que reentrené esas creencias, que ahora eran conscientes, mi vida dio un giro enorme

Los tres meses siguientes fueron increíbles. Cuando eliminé mi creencia de que no debía destacar, comencé a dar más conferencias. Casi de inmediato me llamaron para dar dos importantes conferencias, incluido el mayor evento que había recibido hasta entonces.

Me puse más frente a la cámara y contraté a mi primera agencia de relaciones públicas.

Las solicitudes de entrevistas y discursos aparecieron de la nada.

Aparecí en la portada de tres revistas, me mostré más activo en mis redes sociales y mi lista de seguidores en Facebook creció muchísimo. 

También decidí que ya no iba a sufrir como maestro y me di mi primer aumento de sueldo en cinco años. Iba a hacer crecer a mi negocio, pagarme como merecía y exigir las regalías de los cursos en los que participé.

El resultado: En solo cuatro meses dupliqué mis ganancias. Pero mi empresa también comenzó a crecer: alcanzamos nuevos récord de ganancias. Al parecer, mis creencias no solo me frenaban a mí, sino también a mi empresa y a todos los que trabajaban conmigo. Estas experiencias me mostraron el profundo impacto de eliminar viejos modelos de realidad. 

Es decir, cuando cambias tus creencias tóxicas por otras empoderadoras, tu vida se transforma rapidísimo. 

Una vez que las creencias salen a la superficie, es muy fácil cambiarlas. Puedes eliminar una creencia negativa y sustituirla por otra mucho más empoderadora.

Detén la fábrica de significados de tu mente

He compartido estas historias personales contigo porque mis viajes y conferencias me enseñaron que todos tenemos creencias negativas: creencias sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra relación con el dinero y sobre nuestra propia valía. Esas creencias vienen de distintas fuentes: un maestro cruel, escuchar una conversación entre padres o figuras de autoridad, la atención (o falta de ella) por parte de la persona que nos gusta…

Y a medida que las vamos aceptando, estas creencias se inmiscuyen en nuestra realidad. Todos vemos el mundo a través de nuestro propio filtro mental, teñido por las experiencias, significados y creencias que hemos acumulado a través de los años. 

Es como si tuviéramos una fábrica de significados en la mente que crea brules de cada experiencia vivida.

Esa fábrica trabaja sin descanso, desde la niñez hasta la vida adulta: cuando estamos en una cita, al lidiar con nuestra pareja e hijos, cuando trabajamos con nuestro jefe, cerramos una venta, pedimos un aumento y demás.

Asignamos significado a cada situación que vivimos, y después cargamos con estas creencias simplificadas, distorsionadas y muchas veces peligrosas del mundo. Y actuamos conforme a dichas creencias.

Las experiencias que describí me demostraron esto a nivel personal, pero ya hay científicos estudiando este fenómeno, y sus resultados son increíbles. La mala noticia es que nuestros modelos de realidad pueden causarnos estrés, tristeza, soledad y preocupación.

La buena es que podemos actualizarlos. Cuando cambiamos a modelos optimizados que funcionan mejor, mejoramos drásticamente nuestras vidas.

Ejercicio: La lista de cosas que amo de mí

Puedes usar esta herramienta si tienes problemas de autoestima o inseguridad.

Es una buena forma de detener la fábrica de significados y evitar que construya creencias sobre las opiniones que los demás tienen de ti. También ayuda a combatir las creencias negativas de la infancia que te hicieron sentir insignificante.

Piensa en lo que te encanta de ti como ser humano.

¿Es tu sentido del humor? ¿La textura de tu cabello o la forma de tus pies? ¿Dejarle una buena propina a tu último mesero? Quizás sea tu compromiso diario con el crecimiento personal o tener buenos ahorros en tu cuenta de banco. Tal vez no tengas dinero, pero eres feliz. O puede que resolvieras un problema difícil del trabajo recientemente.

¿Es la forma en que tratas a los animales? ¿Tu musicalidad? ¿Tus dotes de goleador? ¿La deliciosa cena que preparaste ayer? ¿Tu calma cuando tu hijo derramó su bebida en el restaurante?

Identifica 3–5 cosas cada día, grandes o pequeñas, que te hagan sentir orgulloso de ser tú.

Ya había mencionado este ejercicio; es el mismo que hago con mi hijo. Ahora, tú puedes hacerlo también. No está pensado para niños, sino que es para tu niño interno.

Marisa Peer dice que todos tenemos un niño interno que en su momento no recibió todo el amor y reconocimiento por las cualidades que sentíamos que merecían aprecio a esa edad. No podemos regresar y arreglar el pasado.

Pero podemos hacernos responsables de sanarnos, dándonos todo el amor y reconocimiento que anhelábamos.

Así que piensa en esa cualidad o acción de la que más te enorgulleces hoy. Tal vez nadie más la apreció, pero ya va siendo hora de que lo hagas tú. 

Pienso que lo mejor que podemos hacer con las creencias obsoletas es dejarlas ir en paz. Déjalas atrás. Celebremos nuestra extraordinaria habilidad para evolucionar emocional, mental y espiritualmente y adquirir nuevas ideas, pensamientos, filosofías y formas de ser y vivir.

PRIMERO, TÚ CREAS TUS CREENCIAS, Y LUEGO, ELLAS TE CREAN A TI. 

CUANDO SALES AL MUNDO REAL, ESTE CONFIRMA TUS CREENCIAS.

¿Qué es lo que realmente amas de ti? Compártelo con nosotros en un comentario a continuación.


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escrito por
Vishen Lakhiani
Olivia Gracia
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